La vicuña (Vicugna Vicugna), es una especie de mamífero artiodáctilo de la familia de los camélidos y del grupo de los camélidos sudamericanos que vive en el altiplano andino, en el norte de Argentina, el oeste de Bolivia, el noreste de Chile, sectores de los Andes de Ecuador, y en las alturas andinas del Perú, país que posee la principal población de la especie.
Son notables las adaptaciones de las vicuñas (del resto de los camélidos también) a las condiciones de la Puna. Esto es consecuencia del proceso de evolución de los animales en su medio y de la coevolución de los camélidos y la estepa. Estas adaptaciones incluyen aspectos que preservan al medio en que viven, como las almohadillas en que terminan sus patas, que no erosionan demasiado el suelo del altiplano. Por su forma de alimentarse se les ha denominado “pastoreadores de bajo impacto”, lo que significa la posibilidad de rápida recuperación de las pasturas. A diferencia de los camellos, las vicuñas son “bebedoras obligadas”, en todos los días, por lo que generalmente viven cerca de los ríos o de lagunas. Por otro lado, la vicuña forma parte de un ecosistema en equilibrio dinámico en el que unos sirven de alimento a otros. Los sistemas prepuneño, puneño y altoandinos comparten ciertas características de flora y fauna con variaciones de densidad y presencia de especies. Estos sistemas son típicamente estepas y pastizales que poseen pequeños parches más verdes y ricos (vegas o bofedales) en las zonas húmedas y zonas sin vegetación (peladares y salares). Algunas de las especies más características son: la tola, la yareta, el ichu y otros pastos.
Los pobladores de la Puna aseguran que las vicuñas tienen dueño: ellas son el ganado de la Pachamama, la madre tierra, y tienen su propio pastor, Coquena. La fibra (lana) de la vicuña fue valorada desde tiempos preincaicos y aun hoy la obtención de la misma se realiza mediante la técnica ancestral denominada chaccu o chaku (vocablo quechua). Las prácticas indígenas tenían cierto límite en su uso basadas sobre todo en sus limitados medios de caza. La caza se intensificó a partir de la introducción de las armas de fuego por los conquistadores. Antes su población pudo ser de hasta de 3 millones de cabezas pero tras siglos de caza cayó dramáticamente. Esta caza indiscriminada siguió intensificándose desde la época de las luchas por la Independencia y Simón Bolívar dictó una de las primeras leyes conservacionistas de América. Desde la independencia hasta aproximadamente 1950 se siguió cazando vicuñas sin límite ni control hasta que la especie estuvo en real peligro de extinción y sólo quedaron 10.000 ejemplares en toda la puna de los cuatro países en donde viven. Con las vicuñas en peligro de extinción, en el Perú se empezó a trabajar seriamente para su recuperación y conservación. Se crearon leyes nacionales, provinciales e internacionales. Eran usadas por todos los pueblos andinos desde Ecuador hasta el archipiélago de Chiloé, en el sur de Chile. Su población antes de la conquista se estima en treinta a cincuenta millones de animales; eran el principal ganado de estas tribus y naciones, gozando de gran consideración —en cambio, había pocos guanacos y alpacas, y la caza de la vicuña estaba prohibida bajo pena de muerte por orden del mismo Sapa Inca—. En comparación, Fernand Braudel estimaba que en la segunda mitad del siglo XVIII había en toda Europa sólo treinta y ocho millones de animales de labor, uno por cada cuatro habitantes.